1991

Espacio de amor y lucha.
Caja Granada
Granada 1991

Un clamor sobre el tiempo

No es la vida silencio.
De las hondas estrellas
baja un rumor continuo
que se une al latido
de aquellos corazones
que un momento entre llamas
forman la voz del mundo.

Rumor de amor, de lucha
entre rosas y labios,
entre piedras y vientos,
entre sangres y olvidos.
Gime la piedra y canta
cuando resbala el viento
por su dorso; se entrega
con su lascivia antigua
de sombras a ese tacto
fluyente e inasible,
y en su esfuerzo por ir
tras la caricia urgente
que nunca queda en ella,
tiene un rumor de amor
que conservan las rosas
y otros labios repiten.

Que repite otra piedra
que sí tuvo unas manos
de tacto suave y lento
sobre su piel convulsa,
y conformó su dádiva
como cuerpo encendido,
como columna tersa
o flor bajo la luna
del agua -aquel sillar,
este canto labrado-.

De la piedra caída,
de la memoria azul,
del mosaico, del fúlgido
perfil de esbeltas torres
tan altas que cayeron,
queda un rumor también
que se llama consuelo
del corazón, latido
de las perennes horas
en soledad vividas.

Soledad qué sonora
sobre el mundo te extiendes
con tus alas enormes
de luz y, propagada,
cómo en el monte atruenas,
qué discreto susurro
produces en el alma
donde secretamente y pura manas.

Soledad, comunión
sosegada del cuerpo
con el ámbito limpio
donde se yergue el árbol,
donde resbala el agua,
donde la sierpe duerme,
donde la flor trasmina,
donde la mano encuentra
otra mano entregada
a una búsqueda igual
de piedras o palabra.

No es silencio la vida.
Aquí, contra este incendio
de los cielos finales
se oye un fragor de pieles
infinitas rozándose,
rechazándose, hiriéndose,
buscándose, tan ágiles
como gotas de lluvia
sobre el haz del estanque.
Estremecidamente
pasaron estas aves
que vuelven a los nidos
de antaño; estremecida-
mente cayeron rayos,
se levantaron lenguas
de fuego, entre los brazos
de la brisa cenizas
volaron de la sangre,
de aquella sangre misma
que por tus venas late
y canta y es color
de amor y flor de nadie.

Convócame a este espacio
donde tu soledad
es canción de la piedra
perdida, la memoria
del viento entre las dalias
últimas que el otoño
ofrece el primer hielo;
convócandome a este espacio
por donde un arco roto
clama, como otra boca;
convócame a esta luz
nutritiva del alma
que tu mano recoge
y nos devuelve, y consta:
esta luz de la infancia
que nunca hemos perdido,
luz de tiempo primero
en que fuimos al mundo
dados, como la piedra,
la llama, el surtidor,
el vigoroso viento,
y haz que recobre la primer mirada
y haz que recuerde aquel primer sollozo
para que nunca reine en las ruinas
del corazón la corte del silencio.

                    Antonio Carvajal.

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